El
destino ultimo de un mago, que después de innumerables peligros a través de los
años, ahora se enfrentaba al mayor peligro de todos, el mismo.
Sentía
el bamboleo del agua, había una espesa niebla y el cielo era uno negro sin
luna. Este sueño era diferente a los demás... ¿O debería ser pesadilla? Me
levanto para notar que me encontraba en un bote que se conducía con solo el
impulso de la marea, hasta donde alcanzaba la vista solo se podía percibir la
niebla sobre las tranquilas aguas. Mis ropajes estaban hechas jirones mientras
que mi carne estaba llena de heridas apenas cicatrizadas ¿Me había hecho esto a
mí mismo? Esto era lo que quedaba de mí, la obscuridad en mi interior luchaba
por tomar el control, me había defendido de aquellas pesadillas, esos espectros
auto creados a partir del deseo, ambiciones y sufrimiento. No sabía cuánto más podría
soportar esto, no entendía... no quería entender como aquellos sentimientos habían
tomado conciencia, como se habían vuelto tan reales, aunque lo que más me
asustaba era que yo fuera la ilusión.
La
soledad de mi espíritu se había convertido en una sombra doliente con lágrimas carmesí,
rodeándose de alimañas que cobraban vida a través de sus sollozos, hambrientas
por unir a los demás a las tinieblas a través de devorarles. Si no fuera por la
memoria de una vieja amiga de mi juventud, aquella que me había dado aquel
collar que seguía alrededor de mi cuello, la soledad me hubiera consumido, pero
en su lugar se transformó en una sensación de serenidad y nostalgia. Las
sombras se desvanecieron y un espectro había desaparecido tan rápido como había
llegado, pero después de aquello, había encontrado gran paz en aquellos
momentos donde antes solo había dolorosas añoranzas.
Durante
mis viajes, buscando perfeccionar mis dones y superar mi aprendizaje, me encontré
con la oportunidad de obtener grandes tesoros, no tenía realmente una razón
para buscarlos más que el deseo de poseerlos y pronto mi codicia tomo voluntad
propia en mis sueños. Para mí era simplemente una trampa, su apariencia era
aparentemente inofensiva si no es que completamente invisible, un jardín de
flores exóticas que adornaban decorados caminos de piedra y entre la tierra
piezas de oro y piedras preciosas, pero en cuanto me di cuenta de lo que
pasaba, se transformó en una siniestra marioneta de arena y piedra que era
controlado por las plantas que crecían de un cráneo y cruzaban como venas por
aquella cosa. Pero una vez expuesta la trampa, note lo inútil y triste de
aquello, el frio golpeo el lugar con fuerza congelándole... aquella cosa seguiría
dentro de mí, pero mientras no lo liberase, no podía hacer daño a nadie.
Todo
era tranquilo en mi vida, pero guerras sin sentido se desataron una tras otra, había
entrado al conflicto para ayudar a mis amigos, pero al pasar de los años, un día
me desperté dándome cuenta que no conocía a nadie de los que peleaba a mi
lado... todos mis amigos habían fallecido pero por alguna razón seguía peleando.
Mi deseo de venganza era frio y calculador, un propósito desprovisto de los
sentimientos menos racionales como la ira. Una maquina hecha con solo un propósito
siniestro, exterminar a cualquiera que pareciera un enemigo, pero aun que su
cuerpo de brillante metal no mostraba duda, su combustible era un corazón
latiente que bombeaba el combustible para tan singular máquina. Al final escape
dejando la guerra de lado, pero me enfrasque en una búsqueda frenética por
probar mis habilidades, pronto termine buscando demonios y otras peligrosas
aventuras para derrotarles en combate singular. Aquel espectro no pudo ser
vencido, pero si averiarle, peleando contra sombras sin forma, en una lucha
donde no existía fin.
Este
debía ser otro sueño ya que no tenía sentido viajar en una barca como esta,
pero tampoco podía recordar quedarme dormido, o donde me encontraba antes de
estar aquí, algo más debió haber pasado ¿Pero qué? Mis ideas fueron
interrumpidas por el chocar del bote con tierra, un pequeño puerto se veía
enfrente como entrada a una isla vagamente familiar. Tenía que seguir, no había
retorno y la única forma de encontrar una solución a mis demonios internos era
recorrer sus tierras y vencerles ¿A dónde me dirigía? Sentía que algo se estaba
repitiendo, un escalofrió de advertencia, pero no lograba recordar, tenía que
seguir el camino tras la niebla.
Tenía
que recordar, había visto un espectro más, uno que había sido diferente a todos
los demás, uno que había surgido cuando más perdido me encontraba. En aquella visión
me encontraba en un antiguo templo abandonado, tenía que ser una especie de
templo, pero no podía identificar a la deidad que representaban las estatuas.
Entre a un amplio salón el cual solo tenía un objeto que parecía brillar al
otro extremo de la sala. Avance a paso firme mientras observaba a aquella
misteriosa figura cambiar... a mi imagen. Aquella figura era yo, pero entre más
cercas me encontraba más se distorsionaba, cadenas empezaron a rodearle
mientras que las heridas de la guerra se abrían paso sobre su carne, aquel
rostro demacrado me observaba con ojos de locura.
Las
mismas cadenas que lo envolvían tomaron armas y sin dudarlo empezó su frenética
embestida moviendo a mi torcida copia como un esclavo. Logre destruir las
cadenas dejando indefenso al espectro que me miraba con una sonrisa torcida y
sin que opusiera resistencia di un último golpe. Al caer al suelo me vi a mi
mismo hacerme pedazos, explotando en cientos de fragmentos de vidrio cristalino
que se insertaban como afiladas dagas en mí, cada una con imágenes de mis
errores y fracasos. No podía contener la sangre mientras los fragmentos cavaban
más profundo en mí, me había convertido en un espejo roto.
Ante
aquel recuerdo un punzante suplicio revivió en mi cuerpo, la sensación fue tan
repentina y tormentosa que termine en el suelo palpando aquellos fragmentos cristalinos
aun en mí. Sabía que eso no era posible, que debía ser una ilusión, un dolor
fantasmal que no podía más que sentirse tan real como cualquier otro
pensamiento que pudiera tener en este sueño. No podía dejar que mi cordura se
perdiera, tenía que aclarar mi mente, cerré los ojos y aun con el pesar trate
de levantarme, de continuar. Cuando logre ponerme de pie el dolor desapareció
dejando paso a un desconcertante entumecimiento, tenía que seguir.
La
isla era silenciosa y el único ruido que había era el agua golpeando contra la
orilla de la isla, algunas colinas se podían apenas percibir a través de la
niebla. Ruinas olvidadas por el tiempo aparecían de entre la niebla como
registros de antiguos días gloriosos, donde antes se encontraba la estatua de
un dios solo se encontraban pies de roca y numerosas piedras de granito que habían
perdido toda forma reconocible. Todo indicaba que este lugar fue importante en algún
remoto pasado, no podía dejar de preguntarme por la gente que había construido
este lugar y su aciago destino.
De
entre la niebla pude ver una luz, esta provenía de unas ruinas mejor
conservadas que las de los alrededores, podía ver a una silueta en esperándome.
Mis ojos se llenaron de asombro al descubrir lo que se encontraba detrás de las
brumas. Era yo mismo, pero al mismo tiempo diferente, era aquella persona que
siempre había deseado ser, podía sentir su fuerza haciendo palidecer la propia.
Dio una reverencia y me miro directo a los ojos, sabía que era parte de mí, con
solo mirarme me dijo todo lo que necesitaba saber... mi vanidad, mi deseo de
poder y la ausencia de la moral, todo lo que alguna vez pensé que me detenía él
lo tenía ausente.
Sabía
que no podría derrotar a aquel espectro, en el mejor de los casos, todo
quedaría en un cruel empate, aun así no podía simplemente rendirme aun sabiendo
que no podía ganar. Sabía que él no era el camino, que el poder sin propósito
era vacío. Me guiaba el deseo de una vida que pudiera terminar con felicidad y
tranquilidad. Había cometido muchos errores en la vida, estaba perdiendo el
control, pero por una vez tenía que admitir que aquellos espectros siempre habían
sido parte de mí, no podrían dejar de serlo. Solo espero que cuando despierte,
cuando toda esta confusión termine, haya hecho la elección correcta.
Que
la humildad sea la luz que me guié por mi propia obscuridad mientras que la
esperanza me permita no flaquear en mi decisión. Una vida de tranquilidad,
libre de arrepentimiento.
Por: Yosefat Nava Alemán